12 • 30 DE ABRIL 2020
Mi lucha contra el Covid-19
Diario de Lucy Cabrera, reportera de El Correo NY
Los momentos más difíciles de
mi vida me los ha ocasionado el
coronavirus.
Todo comenzó un domingo a fi nales
de marzo cuando sentí dolor de cuerpo
y pensé que solo un resfriado debido
al clima neoyorkino. Aunque por un
momento pensé que podría ser el coronavirus,
rápidamente lo descarte, ya
que había estado en casa desde hace
tres semanas y lo veía casi imposible.
No obstante, el miércoles 1 de abril,
todo dio un giro de 180 grados. Mi padre,
Luis Cabrera, quien vive en el departamento
del primer piso del hogar
familiar cayo muy enfermo. Al hacerle
la prueba del Covid-19 por tener los síntomas
comunes, como; tos, fi ebre, dolor
de cuerpo y escalofríos, dio positivo,
y automáticamente todos en la casa
tuvimos que denominarnos positivos
y hacer la cuarentena. Igualmente, yo
empecé a sentirme mareada y con un
poco de escalofríos.
Los siguientes dos días fueron similares,
tanto para mi papá como para mí.
Yo no pude obtener un test, porque mi
doctora dijo que los síntomas que yo
presentaba no eran graves.
Pasaron los días y yo me sentía débil,
sin ganas de levantarme, había perdido
el apetito, me tomaba dos vasos de
agua y sentía que no me entraba ni un
bocado más. Por otro lado, mi padre, no
lograba mejorar ni un poco, no lograba
levantarse de su cama. Mi mamá Gloria,
y mi hermana Patty, trataron todos los
remedios caseros que les recomendaron,
vaporizaciones, Tylenol, infusiones. Nada
funcionó. Mientras tanto yo en el segundo
piso dormía la mayor parte del día y
mi esposo se encargaba de cuidarme.
El lunes 6 de abril mi padre fue transportado
en ambulancia al hospital más
cercano, pues él ya presentaba problemas
respiratorios. En medio de mi
malestar fui capaz de levantarme de
la cama y entregarle un rosario que mi
esposo me obsequio, pues sabía que
no lo iba a volver a ver por un tiempo,
pero guardaba la esperanza que regresara
sano y salvo.
Desde ese día, me empecé a sentir
peor, seguramente debido a la preocupación
por la salud de mi papá, pues
los ánimos y emociones infl uyen mucho
en la enfermedad. Había días que
dormía mucho y días que no dormía
nada. Noches que no dejaba de llorar
y tenía mucho miedo de perder a mi
padre, que lo es todo en mi vida. Por
fi n, la diarrea paró después de siete
días, sin embargo las náuseas y el vómito
persistían. En esos días también
perdí el olfato y el gusto. No podía ni
tomarme un té, no toleraba comer, pero
comía porque quería vivir y quería ver
a mi padre fuera del hospital. Mi esposo
nunca me abandonó. Él presento dolor
de cabeza dos días y no presento más
síntomas. Seguramente es uno de los
que llaman, asintomáticos. En la casa
vivimos siete personas, pero solo tres
presentamos síntomas severos.
Mi mamá, también se contagió. Ella
presento síntomas más leves. Tos seca,
dolor de cabeza, dolor de cuerpo
y malestar. Pero ella saco fuerzas para
levantarse diariamente a cuidar de mi
hermana, Anahí de 14 años, que tuvo
que quedarse encerrada en su cuarto
para no contagiarse. Además, subía a
mi apartamento a ver cómo me sentía
y a ayudarme en lo que podía. Mientras
mi esposo me preparaba vaporizaciones,
me obligaba a tomarme tés, y hasta
me desenredaba el cabello cuando salía
agotada de bañarme.
El viernes 17 de abril, mi papá fue
puesto en un ventilador pues no mejoraba
y no dormía. Cada día se despedía
de nosotras, sus tres hijas y mi mamá.
Nos prometía que iba a tratar pero que
sentía que no podía más. Fueron días
horribles, días donde me aferre a Dios
y deseaba que yo estuviera en su lugar.
Porque resistes más cuando el virus te
ataca por el sistema digestivo que por
los pulmones.
El día 18 de abril desperté sin
síntomas. Asimismo, empecé a percibir
olores extraños que no existían. Después
de dos días sin síntomas, cantar
victoria fue muy pronto porque recaí.
Volví a sentir mi cuerpo desmayado,
mucho dolor de cabeza y muchas ganas
de vomitar y nauseas.
Con mi padre, el señor Luis Cabrera en tiempos más felices, el día de mi boda, el
pasado 14 de febrero.
El día 21 de abril amanecí mejor y con
la noticia de que mi padre iba a salir del
ventilador, ya que había respondido muy
bien a los medicamentos. Mi padre formó
parte del experimento de la medicina
Remdesivir. El mismo 21, lo sacaron del
ventilador y desde entonces ha mostrado
mejora. Le tomó dos días recuperar su voz,
y aunque aún no recupera la fuerza de sus
músculos, si su alegría… le ha ganado la
batalla a este virus mortal.
Yo por mi parte llevo cinco días libre
de síntomas y sigo esperando una cita
para el examen y ver si aún doy positivo,
pues mi mamá y mi papá siguen
dando positivo.
Durante estas semanas tan difíciles que
he vivido, refl exione. Son días y noches
largos, llenos de lágrimas de desesperación,
de dolor, de miedo, de incertidumbre.
Noches donde te aferras a la esperanza
y la oración a Dios. Donde tienes ganas
de un abrazo pero sabes que no puedes
(Fotos cortesía de Lucy Cabrera)
darlos o recibirlos. Días donde sientes
miedo hasta de tocar a tus mascotas.
Hasta hoy, no he podido abrazar a
mi esposo, ni a mi familia. Espero muy
pronto poder hacerlo, sobre todo a mi
papá, que sigue hospitalizado.
Cuando escucho a gente quejarse
de cosas tan vanas como no poder ir
al salón de belleza, o hacerse la uñas
o cortarse el cabello, solo una cosa
viene a mi mente: esos días que ni
siquiera tenía ganas de contestar el
teléfono o las redes sociales cuando
preguntaban como estaba, pero
que una video llamada para ver a
mi padre desde el hospital me hacía
creer nuevamente que todo estaría bien.
Más detalles de esta
conmovedora historia en
https://www.noticiali.com/
el-correo.
En video llamada con mi padre desde
el hospital donde esta internado por
complicaciones con el coronavirus.
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