10 • 24 DE DICIEMBRE 2020
Repartidores de comida de la ciudad de Nueva York se
unen para exigir mejores condiciones de trabajo
Por: Claudia Irizarry Aponte y
EJosefa Velasquez, THE CITY n un día cualquiera, durante
el momento de calma entre el
almuerzo y la cena, montones
de repartidores de comida se juntan
en parques a través de Manhattan a
jugar al fútbol.
Para la mayoría, es el único momento
en el que pueden relajarse luego de
recorrer las calles de la ciudad todo el
día, montados en sus bicicletas eléctricas.
Pero, a medida que baja la temperatura,
sus partidos de fútbol adquieren
un segundo propósito: son una manera
de combatir el frío.
A miles de millas de sus nativos Guatemala
y México, este grupo mayoritariamente
conformado por hombres de
entre veinte y treinta años dejó su tierra
en busca de un futuro mejor. Se han
asentado en la ciudad, donde reparten
sándwiches de tocino, huevo y queso
a clientes con resaca, reparten pizza y
satisfacen los antojos nocturnos de legiones
de neoyorquinos.
A lo largo de la pandemia han ayudado
a mantenerse a fl ote a restaurantes
en grandes difi cultades, repartiendo comida
a empleados de hospitales y trabajadores
en sus casas amarrados al Zoom.
Los deliveristas en el campo, muchos
de los cuales comparten raíces mayas y
viven en Bensonhurst en Brooklyn, han
consolidado una red informal dentro
de una industria de reparto fl oreciente
que ha atraído diversas olas de, en su
gran mayoría, trabajadores inmigrantes
durante una época en que el empleo
no abunda.
Estos trabajadores, hartos de las horas
agotadoras en medio de una pandemia
y del trato deplorable que dicen que
reciben por parte de las aplicaciones
para repartos, están actuando en busca
de mayor protección y mejor paga.
“Queremos que la ciudad nos reconozca
por fi n como trabajadores esenciales”
dijo William Sian, un repartidor
en Midtown. “Mientras la ciudad estaba
cerrada, nosotros corrimos los restaurantes,
ellos pudieron operar gracias a
nosotros”.
Pero los repartidores que están ayudando
a mantener a fl ote a la industria
gastronómica dicen que no reciben ningún
tipo de apoyo de la ciudad o de las
aplicaciones para las que trabajan, como
DoorDash, una aplicación con la que
los clientes hacen pedidos a restaurantes,
o Relay, que conecta a restaurantes
con mensajeros.
“Trabajamos para los restaurantes”
dijo Sian, de 28 años. “Le estamos haciendo
posible que a los restaurantes
les entre ingresos. Aparte de eso, nos
discriminan, no nos dejan usar el baño”.
“Nos echan a un lado, nos ignoran”
agregó. “Nos tratan como unos bichos
raros”.
Repartidores ciclistas circulan por Broadway en Manhattan para protestar contra la falta de protección durante la pandemia de
coronavirus, 15 de octubre, 2020. Ben Fractenberg/THE CITY
Juicios y acuerdos
Dicen los trabajadores que, con más
y más frecuencia, los restaurantes no
están dando un recibo con el pedido,
impidiendo así que los repartidores
sepan si un cliente dio una propina o
de cuánto fue.
En vez, tienen que confi ar en las
compañías de las aplicaciones, algo
de lo que desconfían después de que
varios trabajadores vieron los recibos
de los pedidos y notaron que recibían
una fracción de las propinas.
Una portavoz de Relay, una compañía
que opera mayormente en Nueva
York y de la cual dependen muchos de
los mensajeros con los que habló THE
CITY, dijo “cualquier acusación de que
Relay retiene propinas es categóricamente
falsa”.
“Relay paga 100% de las propinas a los
mensajeros y pide a los restaurantes que
siempre incluyan el recibo completo en
cada pedido”, dijo la portavoz Julie Richter.
“Relay revisa cualquier discrepancia
para asegurarse de que a los mensajeros
se les pague lo que ganaron”.
El mes pasado, DoorDash llegó a un
acuerdo por $2,5 millones con fi scales
en Washington, por acusaciones de que
confundía a los clientes quienes creían
que las propinas estaban destinadas a
suplementar la paga de los trabajadores.
Ha habido quejas y juicios contra
Relay por no pagar las propinas a los
trabajadores. Según el New York Post,
una demanda presentada por seis trabajadores
de aplicaciones en 2016 en
la que reclamaban que les pagaban
de menos se resolvió con un acuerdo
fuera de la corte.
Dos trabajadores de Relay presentaron
una demanda colectiva contra la
compañía en 2017 por desvío de propinas
y falta de pago por horas extra.
El dúo llegó a un acuerdo por $100 000
con la compañía, en el que Relay no
admitió responsabilidad alguna y se le
prohibió al par de mensajeros trabajar
para la compañía y hablar públicamente
sobre el hecho.
Explorar modos de organizarse
/ Organizados con WhatsApp
Los trabajadores han organizado al
menos una protesta y se han reunido
con legisladores por su lucha con el
comercio digital y la industria gastronómica,
pero aún debaten sobre cuál
es la causa principal que los une.
Encabezan la lista asegurar un salario
mínimo, que las compañías tecnológicas
los reconozcan como empleados,
lograr el acceso a baños y áreas de espera
seguras y recibir apoyo de la policía
local para reprimir robos y atracos.
Los trabajadores como Sian a menudo
intentan encontrar entre ellos,
en grupos de WhatsApp, el apoyo que
no reciben de las aplicaciones para
repartos.
Allí es donde deciden qué “equipos”
reparten en diferentes barrios de la
ciudad, e informan qué restaurantes
les permiten usar los baños. También
comparten información sobre parques
abiertos donde es seguro esperar el
próximo envío e informan acerca de rumores
de robos o de robos confi rmados.
Una bofetada
La frustración de los trabajadores
con las aplicaciones para repartos y
la industria gastronómica, exacerbada
por la pandemia, ha ido creciendo
mes a mes.
Las tensiones culminaron en una
manifestación en City Hall el 15 de octubre,
donde cientos de trabajadores
airearon sus reclamos.
Los trabajadores leyeron una larga
lista de demandas, incluido apelar a
funcionarios municipales para obligar
a los restaurantes a que permitan
que los trabajadores usen sus baños y
crear espacios donde poder esperar de
manera segura entre un envío y otro.
También acusaron a la policía de darle
la espalda a su seguridad.
“Es una bofetada”, dijo Ajche a la
multitud durante la demostración a
mediados de octubre. “La ciudad dice
que somos trabajadores esenciales y
queremos que hagan lo que dicen y
nos protejan”.
A principios de octubre, un trabajador
sufrió un atraco a punta de pistola
en Verdi Square en el Upper West Side,
donde le robaron la bicicleta eléctrica
de $3000 mientras esperaba su próximo
envío.
El ofi cial del 20.° Distrito Policial que
respondió a la queja, le habría dicho
al trabajador que el departamento no
podía hacer nada al respecto “debido
a recortes en el presupuesto al NYPD”
dijo Guallpa, quien ayudó a organizar
la manifestación.
En otro incidente, a un trabajador
llamado Rodrigo le robaron su bicicleta
eléctrica mientras hacía una entrega
a domicilio. A pesar de que la bicicleta
tenía un GPS que la rastreaba con precisión,
el ofi cial de policía “se negó” a
recuperarla, dijo.
“A veces llego a pensar de que nos
tratan mal por ser latinos, por cómo
nos vemos” dijo Sian con indignación
en una entrevista. “Es una impotencia”.
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