6 • 2 DE SEPTIEMBRE 2021 INMIGRACIÓN
¡Tren, muerte y desierto! ... Inmigrante
hondureña buscando llegar a EEUU
CPor: Brooklyn Paper uando Vanessa se despidió de
su madre con un abrazo, no se
dio cuenta de que podría ser la
última vez que lo haría, pero su mamá
lo sabía.
“Estaba llorando tanto cuando me fui
que mi último recuerdo de ella fue su
rostro con corrientes de lágrimas”, nos
dice Vanessa, que tenía solo 21 años
cuando en 2005 dejó su natal Honduras
y se fue hacia Estados Unidos.
“Me abrazó con fuerza. No quería
perderme. Yo también lloré cuando
me despedí de ella y de mi hermano
pequeño, que en ese momento solo
tenía 8 años. Mi madre sollozaba y
decía: ‘Puede que nunca más vuelva
a verte o abrazarte”.
Ella tenía razón en algunas cosas. El
viaje no solo fue más peligroso de lo
que su hija entendía en ese momento,
sino que desde que Vanessa vino a
EE.UU., ella y su familia en casa solo
han podido usar Skype para poder
verse de manera virtual.
Y, aunque no se arrepiente de haber
venido a territorio estadounidense,
Vanessa dice que, mirando hacia atrás,
no tenía idea del tipo de peligro que
corría al intentar cruzar la frontera.
“Viendo hacia atrás, no puedo creer
lo ingenua que fui. Me vestí bien para
mi viaje. Llevaba pantalones de traje
con una bonita blusa y chaqueta. ¡Parecía
que iba a la ofi cina!”, recuerda.
“¡Incluso me había arreglado las uñas
y el cabello como preparación para el
viaje! Pensé que me llevarían a Estados
Unidos, que este sería un viaje
civilizado, aunque riguroso”.
Sangre y Esqueletos
En cambio, Vanessa soportó una
ruta larga y traicionera que comenzó
con un coyote diciéndole que se
cambiara de ropa.
“Yo era joven y bonita, y a él le preocupaba
que me distinguieran y corriera
el riesgo de los hombres con
los que me encontraría en mi viaje”,
dijo, pero a medida que avanzaba su
viaje, ella fi nalmente llegaría pasar
con otros peligros físicos e incluso
ambientales.
Su primera conmoción fue a bordo
de un tren de carga, en el que no se
había dado cuenta de que tendría que
saltar y en el que no habría asientos
reales, donde a un niño que jugaba
con la máquinaria le cortaron el dedo.
“Recuerdo haber estado horrorizada
por toda esa sangre”, señala Vanessa.
“No había nada que pudieran hacer por
el niño, salvo envolver su dedo amputado
en un trozo de tela y tenía que quedarse
en el tren. No había posibilidad
de bajarse e ir al médico”.
Y, semanas después, en lo que parecía
un viaje interminable de Vanessa,
no tendría acceso a un médico cuando,
después de separarse de su grupo,
estaba sola y perdida en el desierto.
“No sabía si alguna vez saldría viva
de allí”, dice, y agrega: “Justo cuando
sentí que las cosas no podían empeorar,
me encontré cayendo en un pozo,
y cuando me levanté me di cuenta de
que había esqueletos humanos a mi
alrededor”.
Por la gracia de Dios, dice, se abrió
camino con las garras, y justo cuando
estaba al fi nal de la cuerda, pidió la
ayuda del Cielo una vez más.
“Le rogué a Dios que no me dejara
morir en el desierto, que por favor me
dejara llegar a mi destino, o al menos
dejara que inmigración me recogiera
y me llevara de regreso a Honduras”,
cuenta Vanessa. “Vi un avión sobre mi
cabeza y grité y saludé, esperando que
fuera un avión de inmigración, pero
era solo un avión de pasajeros. Seguí
orando: ¡Dios sálvame!”.
Un Ángel salvador
Vanessa luego se encontró caminando
hacia una luz brillante antes de desmayarse.
Cuando se despertó, estaba
en la casa de una pareja amistosa: la
mujer, una enfermera.
“Ella era estadounidense y su esposo
mexicano. Yo estaba tan deshidratada
que la señora me puso un gotero. En ese
momento ni siquiera podía recordar mi
nombre. Estaba cubierta de espinas de
los arbustos y los cactus. Había estado
durmiendo con esos 48 pinchazos en
mí, y ni siquiera me había dado cuenta,
ya que estaba tan cerca de la muerte”,
recuerda.
“La señora quitó suavemente esos
pinchazos y espinas de todo mi cuerpo.
Sentí que la luz de Dios ahora me
había entregado a un ángel”. Ella lo
había logrado. El tío de Vanessa, que
es ciudadano estadounidense, voló a
Phoenix para encontrarse con ella, y
el ángel estadounidense que la había
amamantado para que volviera a la vida
la llevó allí para conocerlo.
Pasó aproximadamente 1 año y medio
con su tío y el resto de su familia
en Tennessee, antes de mudarse hacia
Nueva York para encontrarse con su novio
de Honduras. Hoy, los dos tienen un
niño pequeño y todavía envían dinero
a sus familias.
“A menudo pienso en mi viaje de pesadilla
y me pregunto si valió la pena
arriesgar mi vida. Para mí, creo que la
respuesta es sí, porque lo logré”, enfatiza,
pero su sueño es regresar a Honduras
y a la vida que ella está construyendo
allí mientras tanto.
“Mi sueño es ahorrar dinero, para poder
tener una buena vida en mi hermoso
país”, dice, “y no puedo esperar
a regresar y reunirme con mi familia”.
Esta historia de Vanessa es parte
de una serie que contiene capítulos
editados del libro de Sharon Hollins,
de 2021, “Crossings: Untold Stories of
Undocumented Migrants”. Cada capítulo
cuenta una historia diferente
del viaje de un inmigrante a los Estados
Unidos.
(Foto: Brooklynpaper.com)
La historia de Vanessa, una joven hondureña que padeció una pesadilla para cruzar la frontera y poder acceder a territorio
estadounidense.
/Brooklynpaper.com