8 • 4 DE MARZO 2021
COVID-19, un año después: recordando la primavera
más oscura en la historia de la ciudad de Nueva York
LPor: Robert Pozarycki a mujer de 82 años de Ridgewood,
Queens, llegó al Wyckoff Heights
Medical Center, justo al otro lado
de la frontera de Brooklyn / Queens, el
3 de marzo de 2020 con difi cultad para
respirar; dando positivo a un contagio
para el que no se conocía cura, tratamiento
o vacuna, hasta ese momento.
Murió el 13 de marzo, convirtiéndose
en la primera residente de la ciudad de
Nueva York en sucumbir ofi cialmente al
COVID-19. Cerca de 30.000 neoyorquinos
más sufrirían un destino similar en
el año siguiente.
A menos de un mes de que se sufriera
la primera muerte por COVID-19 en la
ciudad de Nueva York, fotógrafos afuera
del Wyckoff Heights Medical Center a
principios de abril, capturaron imágenes
que mostraban cuán gravemente había
afectado la pandemia al hospital y otros
similares en toda la ciudad.
Durante todo el día y la noche, los trabajadores
del hospital con equipo protector
empujaban camillas con cuerpos de
las víctimas de COVID-19 desde el hospital
a varios camiones refrigerados estacionados
justo afuera de la sala de emergencias,
a lo largo de Stanhope Street.
La morgue del hospital estaba repleta
de pacientes muertos, hasta el punto
de que estos remolques servían como
morgues temporales para almacenar
los cuerpos hasta que los directores de
funerarias pudieran acudir a reclamarlos
en nombre de las familias.
La situación no era exclusiva del Hospital
Wyckoff . Casi todos los centros médicos
de Nueva York, en la semana del
12 de abril, tenían uno o varios de estos
remolques convertidos en morgues temporales
estacionados afuera.
Todos los días, en el apogeo de la crisis,
el gobernador Andrew Cuomo y el
alcalde Bill de Blasio informaban las estadísticas
sobre COVID-19: cuántos estaban
enfermos, cuántos dieron positivo…
cuántos estaban muertos.
La lucha por sobrevivir
A medida que la vida cotidiana cesó
en la ciudad de Nueva York con órdenes
de cierre y distanciamiento social en vigor,
las habitaciones de los hospitales
se fueron llenando de pacientes enfermos.
Las personas mayores de 75 años
o más sufrieron lo peor y constituyeron
la mayoría de las muertes.
COVID-19 también terminó golpeando
a los neoyorquinos negros y latinos
más que a otras comunidades de la ciudad,
exponiendo tremendas desigualdades
en el sistema de atención médica
que durante mucho tiempo fueron
ignoradas.
A medida que el COVID-19 se extendió
como fuego por la ciudad de Nueva York
durante marzo y abril, los hospitales de
los cinco condados no pudieron satisfacer
la demanda. Los trabajadores médicos
también agotaron rápidamente su
equipo de protección personal y otros
suministros. Se estaban quedando sin
ventiladores disponibles para tratar a
los pacientes en cuidados intensivos.
Cuomo y de Blasio pidieron ayuda al
gobierno federal, que dolorosamente
tardó en llegar bajo la administración
Trump. Las cosas mejorarían en abril
cuando Trump envió un barco hospital
naval a la ciudad y proporcionó recursos
adicionales.
La falta de suministros tuvo resultados
trágicos, ya que los trabajadores
del hospital que trataban a pacientes
con COVID-19 contrajeron el virus. Muchos
de ellos no sobrevivirían al mes
siguiente.
El pico mortal
A fi nes de marzo, el silencio en Nueva
York solo era interrumpido, casi sin fi n,
por los sonidos de las sirenas, mientras
las ambulancias, los camiones de bomberos
y los vehículos policiales corrían
hacia las casas de los pacientes enfermos
de COVID-19 y los transportaban
a las instalaciones médicas.
El número de muertos diario comenzó
a crecer a una escala exponencial.
Nueva York se transformó en el epicentro
de la crisis sanitaria mundial casi de
la noche a la mañana.
El pico del brote se produjo durante
un período de nueve días entre el
7 y el 15 de abril. En esos nueve días,
aproximadamente 8.788 neoyorquinos
murieron de COVID-19, según Th e New
York Times; la tasa de mortalidad diaria
para ese período promedió 976.
Al rescate
Sin embargo, la gravedad de la pandemia
de COVID-19 en Nueva York sacó
lo mejor del pueblo estadounidense.
Equipos de trabajadores médicos
vinieron voluntariamente a la ciudad
de Nueva York para ayudar a los hospitales
abrumados.
Luego vino la Marina. El 31 de marzo,
el USNS Comfort, un hospital fl otante
que visitó Nueva York por última
vez después de los ataques del
11 de septiembre llegó al puerto de
Nueva York.
Adoptando una costumbre formada
apresuradamente en una Europa
asolada por el virus, los neoyorquinos
cantaban un saludo nocturno al ejército
de trabajadores de la salud de primera
línea que luchaban por mantener viva
la ciudad. Golpeaban ollas y sartenes,
aplaudían, vitoreaban, gritaban y brindaban
honores a los médicos, enfermeras,
técnicos de laboratorio y otros que
ponían en riesgo sus propias vidas para
salvar a los más afectados por el virus.
La ciudad trabajó en conjunto para
aplanar la curva.
A lo largo de mayo, la tasa de infección
y las muertes comenzaron a disminuir
lenta pero constantemente. La
oscura primavera comenzó a pasar y,
a medida que se acercaba junio, los
pensamientos se volvieron hacia la reapertura
de la de la ciudad… despacio.
LOCAL
Un trabajador saca el cuerpo de un paciente con COVID-19 del Wyckoff Heights Medical Center en Brooklyn el 5 de abril de 2020.
REUTERS / Brendan McDermid
Lily Sage Weinrieb, 25, directora de funerales residente de International Funeral &
Cremation Services, recupera a una persona fallecida de una morgue en un hospital,
durante el brote del coronavirus (COVID-19), en Manhattan, Nueva York, 9 de abril de
2020. REUTERS / Andrew Kelly