16 • 5 DE DICIEMBRE 2019 EDITORIAL
Encontrando esperanza con el VIH
Por: Diane Delph-Tinglin * Recuerdo vívidamente el día en
que me diagnosticaron con el
VIH. Fue durante una visita regular
a mi médico, yo me sentía bien,
como una persona sana de 22 años.
Luego, me llamaron al consultorio del
médico y mi vida repentinamente dio
un giro drástico.
Recuerdo las palabras de mi médico
como si fuera hoy: “Realizamos la
prueba dos veces y el resultado fue el
mismo. Lo siento mucho. Tienes VIH.”
Esto parecía inconcebible. Había estado
con el mismo compañero durante los
últimos tres años. Nunca me había inyectado
drogas. Yo era muy joven ¿Qué pasó?
¿Tendría que pasar el resto de mi vida
dentro y fuera de los hospitales? ¿Cuánto
tiempo más me quedaba de vida?
Esos primeros días, semanas y meses
estuvieron llenos de ira y frustración.
Sentí que mi vida había terminado. Me
sentí traicionada por mi pareja, quien
había ocultado su estado de VIH. Me
mudé abruptamente y estaba sola. Todo
mi mundo se había derrumbado en
un período de tiempo tan corto, y me
sentí completamente sola, sin nadie en
quien apoyarme.
Ese aislamiento fue paralizante, e incluso
ahora no estoy segura de dónde
encontré la fuerza para tomar el control
de mi vida. Probablemente comenzó
cuando me di cuenta de que el VIH no
tenía que ser una sentencia de muerte,
que solo tenía que aceptar el hecho de
que esto estaría conmigo por el resto de
mi vida, y que cada decisión que iba a
tomar en el futuro afectaría mi salud y
mi bienestar.
Eso signifi caba que primero tenía
que aceptar mi estado de VIH y darme
cuenta de que seguía siendo la misma
persona, alguien con la fuerza de voluntad
para tomar el control de mi futuro.
También signifi caba que necesitaba encontrar
una comunidad de personas
que entendieran mi situación, y que
hayan seguido el mismo camino que
yo e hicieron cambios positivos.
Encontré esa compasión a través de
los navegadores de Th e Alliance for Positive
Change. Se trataba de personas
que habían experimentado desafíos
de salud similares y que se habían entrenado
para navegar en toda la ciudad
de Nueva York para conectarse con
personas como yo, y educarlas en que
el VIH no era el capítulo fi nal, sino un
capítulo nuevo. Me ayudaron a encontrar
un médico, me llevaron a citas, y
me ayudaron a desarrollar un régimen
de medicamentos. Lo que más necesitaba,
y lo que más me ayudó, fue que
me aceptaron precisamente como fuera
y dónde estaba en mi viaje.
Ha pasado una década desde que hablé
por primera vez con un Peer. También
me convertí en una Peer, sirviendo
como fuente de consuelo y conocimiento
para otras personas con VIH. Así, creo
yo, es cómo vamos a ayudar a poner fi n
a la epidemia de VIH y SIDA, no solo
a través de avances médicos y educación
sobre sexo seguro, sino a través de
mensajeros creíbles como son los Peers
(que el Alliance ha estado entrenando
durante más de 25 años). Estos embajadores
trabajan en las comunidades de
nuestra ciudad que más lo necesitan, y
su trabajo para conectar a las personas
vulnerables con la atención que necesitan
realmente está ayudando a poner
fi n a esta horrible epidemia.
Los avances son reales. Nuestro Gobernador
anunció recientemente que el
Estado de Nueva York ha hecho avances
signifi cativos para poner fi n a la epidemia,
y eso es alentador escucharlo.
Ahora lo que necesitamos es que esto
sucediera de manera uniforme en todas
nuestras comunidades, nuestro país y
nuestro mundo.
Todavía me preocupa el estigma que
impide que muchas personas se acerquen
a buscar ayuda o, lamentablemente,
que dejen de tomar medicamentos
que podrían hacer que el virus del
VIH sea indetectable y, por lo tanto,
intransferible.
En el marco del Día Mundial del SIDA
(el 1 de diciembre), considero cómo ha
cambiado mi vida y las vidas de quienes
me rodeaban que se comprometieron
a cambiar. Ahora estoy felizmente casada
con un hombre que es VIH negativo.
Tengo un hogar, una carrera como
miembro del personal de Alliance y una
comunidad.
No fue fácil escribir esto y hacerlo
tan público. Pero al hacerlo, espero que
esto de alguna manera ayude a borrar
el estigma sobre el VIH y que motive
a aquellos que ahora enfrentan temores
similares para buscar apoyo sobre
su futuro.
La esperanza toma muchas formas.
Se me ocurrió cuando encontré a otros
que ya habían recorrido el camino en el
que me había encontrado. Se me ocurrió
cuando me di cuenta de que el VIH
no signifi caba que yo no valiera nada.
Y se me ocurrió cuando encontré una
razón para vivir, una que ahora puede
enriquecer la vida de los demás y ayudar
a acabar con la epidemia.
* Diane Delph-Tinglin, de Far Rockaway,
es una instructora principal en Th e
Alliance for Positive Change.